19 May
19May

Para el condenado que rasura el corazón hasta dejarlo tiritando

Presagio el escurrir de la sangre entre mis huesos, peregrinando a través de mis pulmones con placentero gorjeo. Husmeando cada agrietada herida. ¿Es esto un sueño?

Dime, ángel de argén, ¿existe algo más desgarrador que el muerto sintiendo dolor?  Si en el frígido mármol su alma debiera reposar y sus vértebras así flotar.

A mi parecer, estimado ente, aquel que duda de si está vivo. Pero, ¿acaso no gozan de la misma analogía el muerto y el vivo?, ¿palpando desconsuelo el primero en sus descarnados huesos y este en su espíritu activo?

¡Rebatidme, afable criatura!, ¿qué hay de la piel que ni siente ni padece?, ¿no es esto peor que el afligido muerto y el dubitativo vivo?

Pues hace tiempo volví a descender allí donde las flores palidecen y perenne los ardientes crepúsculos emergen.

¿Lo escucháis? El aleteo de mis costillas ansiando evadirse. Pero las cadenas son férreas a la cautividad de la sinrazón. Dolorosa carga la del déspota corazón…

¡Fragoroso jolgorio en mi interior! ¿Habéis alguna vez saboreado el vaho de la enajenación?

¡Renegar anhelo la condena con la que a mí se me ha sentenciado! Pues si supierais cuanto hubiere deseado parecerme al muerto o al vivo…

¡De dolor yo habría muerto y de dolor mi alma habría vivido! 

¿Qué es lo Eterno sino frágiles vástagos alimentándose de Sol-edad?

Dime, jovial arcángel, ¿es esto un sueño o acaso no es más que el despertar?

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