24 Oct
24Oct

Aprecio la fatalidad con la que mi alma dejó de latir.

Corrompida por el utópico de amar y venturosa ser a la misma vez.

Inconmensurable limerencia engendraste…

Pues yo, que acendrado y fastuoso mi corazón entregué,

Fatídico y aciago devuelto fue.

¡Qué humillante la tesitura del que se queda!

Si ver pudierais la escasez con la que me quería y la abundancia con la que me engañaba…

De mis entrañas desconcierto alberga.

Desconsuelo en los recovecos de unos huesos descarnados.

Un cuerpo, leve y quebrado.

Transparencias que los fulgurantes surcos de la realidad aguardan.

El traspaso superfluo de una aguja por mi garganta.

Polvo acumulado en las clavijas de la razón.

La ambigüedad de una mente disimulada en algún parámetro reducido de espacio-tiempo.

Aferrada a los cristales rotos del egoísmo y la indiferencia como única manera de subsistencia.

Y sangro.

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